Para los débiles, los cansados, los heridos; para los perdedores, los ganadores, los quebrantados, los valientes, los humildes. Vengan al río, cerca del caudal, el cauce eterno de la gracia, el arroyo perpetuo de la reconciliación; vengan de rodillas, con el alma quieta, en silencio, con gratitud como yugo. Sin prejuicios, sin rencor. Postrados cubran sus heridas con la sangre que corre a borbotones, purifiquen las manos con impetuosa vida, levanten rostros nuevos con radiante pureza. Corran, rían, vuelvan a vivir, celebren día y noche porque el río, el abundante río de vida nunca cesara.